El juego de los autos por Emiliano Guido.
De nene jugaba con mis abuelos a mirar el paso de los autos por la ventana de casa. Cada equipo elegía un
color; si un participante tomaba, por ejemplo, el rojo y pasaba una tanda de Renault 12 granates, ese
ganaba, y así. Eran los años 80 en Bahía Blanca, había dos canales de televisión, y, en comparación, con
el parque automotor de ahora, el de entonces era chiquitito así, como el tamaño de los coches de juguetes
al lado de los de verdad.
Jugábamos los sábados o domingos; los finde, claro, hay menos tránsito, así que los intervalos entre auto
y auto podían ser bien largos. Pero, la cosa era así, mis abuelos y yo vivíamos juntos, no es que venían de
visita y pintaba ese juego. Habitábamos la misma casa, y a ellos y a mí nos unía la misma ausencia: la
desaparición de mí vieja en la dictadura, que era su hija. Y, sí, mientras pasaban los Chevy, los Fiat 128 y
los Ford Sierra, tenía la siguiente fantasía: mis papás, porque mí viejo también fue desaparecido por la
dictadura, tocaban timbre. En ese momento, el juego de los autos iba a terminar, todos íbamos a pegar un
salto de alegría hasta el techo, después iban a caer los amigos, los primos, los tíos y festejaríamos con
pasta, vino, una torta rica rica. Y mis viejos me iban a dar la copa del campeón del juego de los autos. Eso
nunca sucedió, por supuesto. Lo que pasaba siempre era otra cosa: cuando abuelo, abuela, o yo llegaba a
cinco o seis puntos, el match llegaba a su fin. Después, lo de siempre, pasar el día juntos afilados al
abismo de un dolor.
Cuánto paso de eso? Como 40 años, una bocha, 10 mundiales, ¿presidentes? bastantes. Hoy declaré en un
juicio oral que juzga a los culpables de la desaparición de mis padres, medio kafkiano todo. Lo hice por
cámara y conté lo que dije o me contaron tantas veces: una tarde una patrulla de buitres se llevaron a mis
viejos, me dejaron con los vecinos, ah todo eso era en Mar del plata.
Que haya castigo a los genocidas. No es lo que más me moviliza sin embargo. Ellos, los milicos del
Terrorismo de Estado son los suplentes, como dice la jefa; entonces, yo quiero ganarle a los titulares, el
imperio, las corporaciones, Cambiemos. Hoy dije eso, lo otro. Papeleos.
Como en el juego de los autos, mí sueño es otro, quiero que el pueblo meta un gol de media cancha, o con
la mano, como el Diego contra los ingleses, que lindo estuvo esa tarde, salí corriendo en el patio de mí tía
como Maradona y de paso buscaba a papá mamá para darles un abrazo de gol.
Entonces, en que estábamos, ah el juicio, sí fui testimonie, toda la bola.
Pero, lo más importante no me lo preguntaron, ¿los extrañas, los necesitas? Hubiera dicho, un montón.
Pero, saben qué, hubo un partido, un juego, que no nos ganaron ustedes, los suplentes de Cambiemos, los
milicos genocidas, yo a mis viejos los amo un montón, y también a sus compañeros, y el pueblo, o buena
parte de él, también los ama.